jueves, 2 de enero de 2014

Antigua (2)

Hoy dedico el día a acabar de visitar Antigua. Tras desayunar en el mismo café que ayer, me acerco a la zona oeste del Parque Central, adyacente a mi hotel, donde están situados el Claustro de San Jerónimo y el Convento de la Recolección.



Como casi todas las iglesias y conventos históricos de Antigua se encuentran en ruinas, como consecuencia del terremoto de 1773 y de movimientos sísmicos anteriores. El hecho de que estén en ruinas no impide que cobren una entrada bastante cara, de 40 quetzales, para entrar a cada uno de ellos, como sucede también en otros monumentos de la ciudad.


No resulta demasiado lógico, porque te cobran prácticamente lo mismo (a veces menos) por visitar monumentos importantes que otros en los que solo hay un puñado de ruinas. Para mayor abundancia, el precio para extranjeros cuesta ocho veces más que el de los nacionales. Me parece lógico que saquen dinero del turismo extranjero, pero la proporción me parece excesiva. En todo caso, como tengo tiempo y ganas de ver todos los monumentos, acabaré pagando casi todas las entradas, con alguna excepción.

Cuando acabo de visitar el Convento de la Recolección, me desplazo hasta el mercado, situado junto a la estación de autobuses, en el extrarradio de la zona central.


En realidad, hay dos: un mercado de antigüedades (básicamente para turistas) y otro en el que venden comida, ropa y otros enseres, en el que prácticamente no se ven extranjeros. 


De camino al centro, paro en el antiguo Monasterio de los Jesuitas, hoy rehabilitado como sede de un centro de formación de la Agencia Española de Cooperación Internacional. La restauración se ha hecho con gusto, y el lugar resulta muy agradable.




Ya en el centro, aprovecho para llamar por teléfono a Feli desde un locutorio y subo a la planta alta del ayuntamiento, que ayer estaba cerrada y desde donde se divisan buenas vistas del Parque o Plaza Central. Luego, paso al interior de la que en época colonial fue la Universidad de San Carlos de Borromeo, para ver su patio exterior. Hoy en día es un museo de arte colonial, al que no entro. Me desplazo a la parte este de la plaza y visito la Iglesia y el Convento de San Francisco, donde se conserva la tumba del único santo guatemalteco (canonizado en 2002 por Juan Pablo II): el predicador tinerfeño Pedro de Betancourt, o Hermano Pedro, como se le conoce en estas tierras, un franciscano que realizó una encomiable labor de protección de los indígenas más pobres.


En el museo de la iglesia impresiona ver las muletas y los testimonios de los que dicen haber objeto de curaciones milagrosas por su intercesión. Aunque tengo hambre, aguanto un rato, para visitar el penúltimo convento que me queda por conocer: el de Santa Clara, fundado en 1699.

Tras almorzar en el mismo restaurante que ayer (soy un hombre de costumbres, lo reconozco), me acerco al Convento de Capuchinas,
donde destaca una torre circular con las celdas en las que se alojaban las monjas. Por último, regreso al Convento de Santo Domingo, donde estuve ayer, para ver su chocolatería, que ayer estaba cerrada.


Con esto doy por concluida mi visita diurna a Antigua. Regreso caminando al hotel y subo un rato a la azotea a leer y ver anochecer.


Sobre las ocho saldré a cenar para no acostarme demasiado tarde. Mañana a las ocho salgo para el Lago Atitlán, la última etapa en este periplo guatemalteco.

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