A las 7,30 estamos ya en el aeropuerto de Flores. Bajamos de la avioneta, atravesamos la pequeña pista de aterizaje y tras recoger el equipaje estoy listo para salir hacia Tikal. A la salida del aeropuerto hay varias personas ofreciendo transporte. Me ofrecen transporte al Jungle Lodge, donde me hospedo, por 350 quetzales. Al poco de montar en el coche el conductor se percata de que quiero ir al Parque Nacional (al parecer hay dos Jungle Lodges). Me dice que está a más de una hora de camino y que había asumido que iba al otro hotel, más cercano, por lo que el viaje se incrementa hasta 450 quetzales. Le regateo hasta 400 y acepto. Mientras para a poner gasolina, aprovecho para sacar dinero de un cajero, cogiendo primero la mochila pequeña, por si acaso. El tío parece legal, pero como todo el mundo me insiste tanto en el tema de la seguridad no me fío. Si se marcha,que al menos solo se lleve la mochila grande, donde no hay nada de valor.
Para llegar a Tikal tomamos una
carretera que no es que tenga baches, es que es un puro bache y socavón, sobre
todo en la primera parte. El conductor tiene que pararse continuamente o
pasarse al carril contrario para evitar los socavones.
Por el camino recogemos a una
chica que se dirige también a Tikal para trabajar como guía. Se ofrece a
guiarme en la visita al yacimiento por 350 quetzales. Lo pienso y le digo que
sí. No me arrepiento, porque las ruinas se comprenden mejor cuando alguien te
explica su historia y características. Paramos un momento en el hotel
para dejar el equipaje y nos dirigimos al yacimiento, que está pegado al hotel.
Tikal es uno de los principales conjuntos de ruinas mayas del mundo: sobre
todo, templos en forma piramidal, aunque también se conservan restos de algunos
edificios civiles. Todavía hay un número de ruinas muy importante por excavar,
por falta de financiación. El yacimiento está en plena selva, lo que añade
encanto a la visita. Por el camino, vemos monos aulladores y araña, ardillas y,
sobre todo, pájaros de muy diversos tipos. Parece ser que también hay bastantes
serpientes Barba Amarilla, que es el nombre que le dan aquí a la serpiente de terciopelo,
de la que me hablaron también en Costa Rica. Muy agresiva y venenosa. Le
pregunto a la guía si ha habido ataques recientes y me dice que sí, que hace un
par de meses. En uno de los puntos de selva en que nos paramos, Fabiola, que
así se llama la guía, me dice que ahí hay casi con toda seguridad barbamarías.
No nos metemos a comprobarlo, claro…
La primera parte de la visita la
hacemos prácticamente solos la guía y yo, casi hasta llegar a la Gran Plaza,
donde sí que hay ya más turistas y muchos guatemaltecos que han venido a pasar
el día de Navidad con la familia. Tengo la oportunidad de subir a un par de
pirámides con unas vistas espectaculares, aunque la vista que verdaderamente
corta el aliento es la de la Gran Plaza, el conjunto principal de pirámides y
edificios de Tikal.
Caminamos casi cinco horas, antes de poner fin a la visita
y volver al hotel, no sin algunas pequeñas agujetas, de tanto subir y bajar
escalones. Decididamente, la vida de vicerrector no me sienta nada bien. Tengo
que retomar mi dosis diaria de ejercicio cuanto antes…
Despido a Fabiola y le doy una
propina de 50 quetzales, además del precio convenido. No lo ha hecho mal y hay
que tener en cuenta que hoy es, además, Navidad, con lo cual trabajar será
particularmente gravoso. Almuerzo en el restaurante del hotel, donde la
pachorra de las camareras me recuerda una escena que Roberto y yo vivimos hace
unas semanas, cuando comimos en un restaurante de Alcalá (el Gringo Viejo). La
camarera, de origen sudamericano, pedía permiso a una mano para mover otra.
Pues bien, al lado de los camareros del hotel, esta mujer parecería francamente
espabilada. En un momento dado, hay tres camareros a la vez para cambiar el
mantel de una mesa pequeña :)
Sobre las cuatro regreso a Tikal
para ver atardecer desde la Gran Plaza. El paseo a esta hora por los caminos de
selva merece la pena. Visito la Acrópolis Norte, que no pude ver esta mañana.
Lo hago totalmente solo. La experiencia me recuerda a la que tuve en algunos
momentos en los templos de Angkor, en Camboya, aunque Angkor es más
espectacular. Luego, subo a una pirámide de la Acrópolis Central y me quedo
observando el paisaje hasta que comienza a anochecer. Salgo del parque nacional
cuando no hay apenas luz, encendiendo el frontal a ratos.
De vuelta al hotel descubro, para
mi satisfacción, que hay agua caliente en la ducha. No es la ducha más caliente
y con más presión que haya tomado, pero supone un verdadero lujo. Me acerco a
la recepción a reservar la excursión del amanecer de mañana. 40 dólares que hay
que pagar en el acto y en efectivo. Un robo, pero me gustaría ver amanecer
desde lo alto de la pirámide 4, desde donde se divisa toda la selva. Fabiola me
comentó que merece la pena, también por ver “despertarse” a los monos y otros
animales. Al poco de pagarle, el recepcionista se acerca para advertirme de
que, además, tendré que pagar una entrada de 100 quetzales por entrar al parque
al amanecer y otra de 150 quetzales (la normal) si quiero regresar después.
Bien está que saquen dinero con los turistas, pero se pasan ocho pueblos
haciéndote pagar tres entradas en dos días.
Para después del amanecer, había
pensado en acercarme a Yaxhá, otro yacimiento maya, a una hora de Tikal, pero
por lo que leo no difiere mucho de Tikal (más pequeño y al lado de un lago,
pero muy parecido) y el coste de acercarme allí (me piden 140 dólares más 40 para
el guía) me parece excesivo. Descansaré un rato después de volver de la
excursión del amanecer y luego regresaré a Tikal.
Ceno de nuevo en el hotel y me
retiro a la habitación, porque mañana me despiertan a las cuatro. A este paso
voy a acabar batiendo mi record de madrugones, y eso que estoy acostumbrado a
estar en pie prontito.
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